Una Lima que se va (I)


 Casa de Señoras Pobres patronato de los señores Arzobispos

Un braquete labrado barrocamente, de los que sirvieron cuando el alumbrado público era de gas, nos hizo recordar viejos tiempos y limeñas noches de luna. La herrumbre había puesto su marca venerable en el vetusto lampadario. Traspusimos el umbral. Un ambiente diverso se respiraba allí, como si se aquietara mansamente el violento rumor de la vida...

Visitando la casa

Ya al trasponer el umbral, experimentamos las sensaciones de frío y vetustez por el pasadizo de ladrillos, desnivelado y desgastado con el uso. Aquellos viejos ladrillos pasteleros y las piedras del pavimento ponen un sello de cuidadosa y severa limpieza. Dos muros paralelos al comienzo del zaguán, sobre los que tal vez se apoyó un arco, abren la entrada en el solar tranquilo. A la derecha una hilera de desiguales puertas hacen pensar en monásticas celdas. Las paredes pintadas al temple y descascaradas por la humedad y por el viento, hacen resaltar entre las apolilladas y en veces labradas puertas, viejas ventanas de balaustres tallados, por donde trepan jazmines, ñorbos y mastuerzos, poniendo la nota multicolor de sus diversos pétalos sobre la monotonía de la pintura desteñida. De trecho en trecho, algún viejo farol para lámpara de kerosene, delata al parco alumbrado que se utiliza en las breves noches del asilo, donde todas se recogen temprano.

Comentarios

Entradas populares