Crimen y castigo

 

Guardia de la casa museo de Dostoievsky*

En una calurosa tarde de principios de julio, un joven salió del cuchitril que había realquilado en la callejuela de S. y se encaminó lentamente, como indeciso, hacia el puente de X. En la escalera esquivó felizmente el encuentro con la patrona. El cuchitril se encontraba debajo del tejado mismo de una alta casa de cinco pisos, y más que una habitación parecía un armario. La mujer que se la había alquilado, con derecho a comida y servicio, vivía más abajo en la misma escalera. Cada vez que el joven salía a la calle, tenía que pasar forzosamente por la cocina de su patrona; esta cocina daba a la escalera, y la puerta estaba casi siempre de par en par. Al pasar por allí, el joven experimentaba una enfermiza sensación de temor que le avergonzaba y le hacía fruncir el ceño. Endeudado hasta la coronilla con la casera, temía encontrarse con ella. […]


***


La pequeña habitación en que entró el joven, empapelada de color amarillo, con geranios y cortinitas de muselina en las ventanas, estaba en aquel momento brillantemente iluminada por el sol poniente. «¿También entonces brillará el sol de la misma manera?» La idea cruzó de súbito la imaginación de Raskólnikov, quien dirigiendo una rápida mirada a la estancia a fin de estudiar y recordar, en la medida de lo posible, su disposición. No había nada especial. Los muebles, de madera amarilla, eran muy viejos y se reducían a un sofá con un enorme respaldo combado, una mesa ovalada delante de él, una mesita tocador con su espejo, entre dos ventanas, unas sillas adosadas a las paredes y dos o tres grabados sin valor, de marcos amarillentos, que representaban a unas jovencitas alemanas con pájaros en las manos. Nada más. En un ángulo, ante una pequeña imagen, ardía una lámpara. La habitación estaba muy limpia: habían sacado lustre tanto a los muebles como al suelo y todo relucía. «Es obra de Lizaveta», pensó el joven. No se habría podido encontrar ni un átomo de polvo en todo el piso. «Una pulcritud así solo puede darse en las casas de las viejas mezquinas y viudas» prosiguió diciéndose Raskólnikov, y lanzó una mirada curiosa a la cortina de percal que colgaba ante la puerta de la segunda y diminuta habitación, donde la vieja tenía la cama y la cómoda y a la que él aún no se había asomado ni una vez. El piso constaba solo de esas dos piezas. […]

Fedor Dostoievsky (1983). Crimen y castigo. Editorial La Oveja Negra.


Entrada al piso de la casa de empeño de Ivanovna*


zona de paso obligatorio de Raskólnikov*


* Fotos originales de: https://www.got2globe.com/es/editorial/san-petersburgo-dostoievski-crimen-y-castigo-rusia/ (Recomendamos visitar también esta página si se quiere ver más detalles de la casa literaria).

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